domingo, 13 de octubre de 2013

De cuando América indígena descubrió, conquistó y colonizó el Norte de Europa y Asia o por qué la línea divisoria entre ''originarios'' y ''no originarios'' es arbitraria y racista en cualquier continente.

Circunnavegación atlántica. Lugares de Europa donde hay más alta concentración de personas que tienen ancestros indígenas americanos por lo menos desde la Edad Media.




Frecuencia del haplogrupo Q de origen prehistórico y característico de América
indígena

         2 a 10%                  más de 10%








Esta historia empieza, curiosamente, siglos antes de Colón. Basta echar una mirada a las tierras situadas al norte del Golfo de Vizcaya -sobre todo si se usa un mapa en proyección policónica- para darse cuenta de cuán próximos están los archipiélagos y penínsulas que rodean el Ártico.

Esta parece una ruta más lógica para ingresar en América que la navegación a través del Pacífico, a excepción del Estrecho de Bering y las Islas Aleutianas. Los pueblos del Ártico tienen una cultura común desde la Federación Rusa a Canadá, y hay esquimales, eskimo o inuits lo mismo en Siberia que en Alaska, la Tierra de Baffin, la Bahía de Hudson y Groenlandia: la región de la tundra, cuyo poblamiento se supone que se produjo entre los años 2500 a. C. y 1500 d. C. De todas formas, se trató de una colonización reciente.

Cráneos antiguos con deformaciones afines a los de Suramérica, como se encuentran en las sepulturas indígenas americanas, se han hallado en el corazón mismo de Siberia, al suroeste, en Omsk, al norte de Kazajstán, un dato revelador. 



La observación del mapa político pone al descubierto cuán próximos están el archipiélago británico, la península escandinava, las islas de Islandia y Groenlandia, hacia el oeste, y las islas de Svalbard y de Nueva Zembla, al este, casi en el mismo meridiano en el cual, hacia el sur, se encuentra Omsk.

¿Qué tiene que ver todo esto con América Latina? Hasta los años 1990, las respuestas al problema del origen del hombre americano (prehistórico) se basaban en especulaciones. Pero el progreso de los estudios genéticos ha provocado en las últimas décadas una revolución. Con anterioridad, ya se había observado que el grupo sanguíneo O (predominante en América) se encuentra presente con la misma frecuencia en una región que incluye el centro-norte de Siberia, Canadá, Groenlandia, Islandia, las Islas Británicas y Francia.


Los estudios de genética mitocondrial (linaje prehistórico materno) permitieron establecer una serie de haplogrupos. De ellos, el grupo X se encontró en la Bahía de Hudson (Canadá), en el centro de Siberia, en toda Europa y el Cercano Oriente; en particular, X2j de Irlanda y X2a de Norteamérica son clados hermanos. El haplogrupo Q (paterno) se encontró en América, Siberia, Groenlandia, Islandia y Escandinavia. El haplogrupo R ADN-Y se halló en poblaciones indígenas de Norteamérica y Europa con igual frecuencia en la costa noratlántica. Estamos hablando de ancestros prehistóricos, de miles de años atrás. 

Indios norteamericanos en Siberia

Los algonquinos son un grupo de indios americanos que hablan lenguas emparentadas entre sí, las cuales pueden hallarse en gran parte de Canadá y Estados Unidos, pero también en los Estados de Coahuila, Sonora, y Chihuahua, al norte de México. Este hallazgo -junto con otras concordancias culturales- fue tomado como evidencia, en el siglo XIX, para establecer la existencia de un tronco celta-algonquino. También se postuló un grupo dené-yeniseico, es decir, de lenguas autóctonas emparentadas entre sí que se hablan en Rusia, Canadá, Estados Unidos y México, e incluyen el apache, navajo, chipewa (México, Estados Unidos y Canadá) y el ket, yugh, kott y arin (nacientes y afluentes del río Yeniséi, que desemboca cerca de la isla de Nueva Zembla o Zamlya), entre Mongolia y Siberia.

El panorama lingüístico de la zona ártico-siberiana es complejo. Si se observa con atención, se apreciará la cercanía del Mar de Kara, al norte de Siberia, y el mar de Barents, cerca de Noruega. El panorama se complica todavía más, porque durante la Prehistoria, algunos indios americanos se introdujeron en Siberia. Así que es difícil establecer si los yeniseos de Siberia son los antepasados o los descendientes de los indios americanos. Al pueblo que habla ket, los ketos, se los llama también ''los indios de Siberia'' y su origen es difícil de conocer. La apariencia física, las creencias y el estilo de vida de los siberianos, árticos, y nórdicos de Europa, pueden compararse con las de los indios norteamericanos que se ven aquí.




Interlinguas

En el siglo XVII los lingüistas europeos descubrieron que existía una interlingua usada por los balleneros del mar Cantábrico para comunicarse con los de Islandia: el vasco-islandés. Todavía más sorprendente, en el siglo XVI quedó documentado el uso de otra interlingua que permitía entenderse a los balleneros vascos con los indígenas de Norteamérica: el vasco-algonquino.

Se debería a la presencia de balleneros vascos en las costas de Terranova mucho antes de que llegaran ingleses y franceses. En una palabra, los vascos habrían sido los primeros europeos en llegar a Terranova, y el euskera habría sido la primera lengua europea hablada por los indios americanos. Se ha reconstruido la más antigua chalupa utilizada y se ha probado su factibilidad para la navegación en alta mar.



Difusión cultural

Hace unos 14.000 años, los glaciares del Pleistoceno todavía cubrían gran parte de Norteamérica y Europa. Era posible caminar desde Galicia a Nueva York o navegar por la costa del enorme glaciar. Muchas tierras hoy sumergidas estaban libres de masas de agua. El mismo fenómeno creó un puente en Beringia que permitió el ingreso de los siberianos en América. Cuando, hace 12.000, comenzó el Holoceno, todavía era posible ir caminando desde Escocia, Escandinavia, o Nueva Zembla, hasta Terranova. Por esta vía se habrían difundido, entre otros, elementos culturales del ateriense, del solutrense, y de las culturas mesolíticas de Iberia, en América.

Durante el Holoceno, también hubo periodos de retroceso y activación de los glaciares. En el II milenio antes de Cristo, hace más de 3200 años, hubo una fase de calentamiento que facilitó las comunicaciones a lo largo de las costas atlánticas de Europa y con el Mediterráneo. Esta etapa coincidió con la Edad del Bronce, durante la cual se difundieron, junto con la tradición celta, influencias fenicias, micénicas e hititas. Según el argentino José Imbelloni (1926), y el boliviano D. E. Ibarra Grasso (1982), una combinación de estos insumos culturales (que podemos llamar ''arcaico'' atlántico-mediterráneo) se encuentra también en América. El inventario incluye: arquitectura megalítica con columnas y falsas bóvedas, así como pirámides escalonadas; agricultura, domesticación del ganado; trabajo del cobre, bronce y plomo; escritura pictográfica y jeroglífica; calendario solar; figuras gorgónicas (como la Gorgona griega arcaica, con cabellos-serpientes, grandes ojos, mostrando los dientes y con la lengua colgante); espejos; hachas; flautas de pan.

Botellas y frascos que imitan vidrio; kernos o vasos múltiples; copas; jarras; espadas; alfileres; cascos de metal con penacho; motivos decorativos en forma de greca, doble espiral y S; vestimenta: túnicas, guantes, sandalias y pantalones cortos; brazaletes; pinzas; cornetas, trompetas; campanas, cascabeles, canales, acueductos y sofisticada orfebrería. Los hallamos en numerosas civilizaciones. Ibarra Grasso (1997) también destaca la representación de personas con rasgos celtas, como ojos grandes color castaño, largas pestañas, cejas pobladas, largos bigotes que se rizan y barba de color castaño, además de momias de cabello rubio, como en China.

Pero hace 2800 años, a fines de la Edad del Bronce, el clima se enfrió, las lluvias se hicieron más abundantes y los glaciares se activaron. Esta fase duró 500 años e influyó en las migraciones celtas. Aunque pudo haber regresiones marinas, las lluvias aumentaron el caudal de los ríos y lagos, fenómeno del cual Hesíodo dejó constancia. (Los mitos americanos también guardan el recuerdo de un diluvio). Tanto el clima, como las invasiones de la Edad del Hierro debieron interrumpir las comunicaciones atlántico-mediterráneas y más allá. Luego, entre los siglos III a. C. y IV d. C., durante la expansión, auge y decadencia del Imperio romano, hubo una nueva fase de calentamiento.

Después del año 500 d. C., con la caída del Imperio romano y la difusión del cristianismo, la civilización celta vivió un nuevo momento de esplendor. Este fenómeno se manifestó tanto en Irlanda como en Bretaña y Galicia. Los celtas se convirtieron al cristianismo, incorporaron influencias culturales múltiples y las difundieron a su alrededor. De esta época datan una serie de viajes que tenían como finalidad la evangelización de los pueblos paganos de las islas occidentales del norte de Europa. Eran viajes de descubrimiento en un doble sentido: descubrimiento geográfico y experiencia místico-espiritual. Por eso, cuanto más lejos y apartado el destino del viajero, tanto mejor. 

Peregrinos celtas de los mares del Norte de Europa

En el siglo XVII, el explorador Owen Chapelain contó que en el año 1659 había logrado entenderse con los indios tuscorora usando voces célticas. Otros exploradores, como Benjamin Beatty aseguraron haber encontrado pueblos galeses en Norteamérica. Isaac Stewart contó que había descubierto indios de piel blanca y cabellos rubios que hablaban gaélico y todavía conservaban los títulos de su genealogía en rollos de pergamino escritos con caracteres desconocidos trazados con tinta azul. También corría el rumor de que cuando Walter Raleigh llegó por primera vez a Virginia, a fines del siglo XVI, escuchó a los indios el saludo galés ''Hao honi iach'' (¡Salud!).

Un personaje llamado Madoc ab Owen (u Owain) Gwynedd aparece mencionado en una colección de poemas de origen celta de los siglos XII, XIII y XIV. Fueron recopilados antes de 1500 por Ieuan Brechwa, anticuario de Carmarthenshire, Inglaterra y por Guttyn Owen u Owain, poeta galés de fines del siglo XV, cuyo original se perdió, pero fue traducido al inglés a fines del siglo XVI por Humphrey Llwyd, que los popularizó, y por Powell en su Historia de Gales, de 1584.

Estos relatos dicen que mientras otros príncipes prefieron explorar unos rumbos por tierra, Madoc o Madog, hijo de Owen u Owain Gwynedd, partió hacia el oeste y luego de navegar a través del Océano con 300 hombres durante algún tiempo, encontró un lugar desconocido, pero prometedor. Por esta razón hizo un segundo viaje, llevando en esta ocasión a su hermano Rhiryd, Señor de Clochran, Irlanda. El Reino de Gwynedd, en el norte de Gales, tuvo su momento de esplendor entre los siglos IX y X, cuando se convirtió en un centro de producción de literatura en lengua galesa, que acogió de forma masiva todos los temas tradicionales del Antiguo Norte europeo.

Esta literatura tomó motivos paganos y los cristianizó, convirtiendo a guerreros y druidas en misioneros y santos. Pertenece a la tradición que se denomina arturiana, porque se remonta a los tiempos del mítico rey-dios Arturo (Arthur), héroe y divinidad lunar de origen prehistórico, emparentado con la Artemisa griega. Consta de una serie de ciclos, y los más recientes coincidirían con el Arturo histórico, quien habría sido un jefe militar britano que según los Annales de Gales -del siglo X- en el año 516 habría derrotado a los sajones en Monte Badon, luego de cargar la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo durante tres días y tres noches, símbolo de muerte y resurrección.

Uno de los relatos de este ciclo arturiano o artúrico, la ''Vida de Merlín'', dice que Arturo, gravemente herido en la batalla de Camlan, fue llevado en una nave a la isla de Avalón, donde reinaba la maga Morgana. El piloto de esta nave se llamaba Barinto, y su hijo, Mernoc, que parece que fueron personajes reales, además de ser los protagonistas de una literatura irlandesa sobre viajes transoceánicos que se conoce como ''imrama'' o navegaciones. Se trata de viajes reales, pero también místico-espirituales. Al llegar a este punto no nos hemos alejado de Colón. Estamos más cerca, porque también Colón sentió  -como demuestran sus escritos- que su viaje al Oeste era un viaje místico.




Las peregrinaciones marítimas de los indios norteamericanos

Los pueblos pueden desplazarse a lo largo de grandes distancias por diferentes motivos: el comercio, las exploraciones geográficas, el deseo de aventuras, o el afán de conquista. En América existió también otro motivo para realizar viajes de larga distancia: las peregrinaciones marítimas, convocadas por profetas o para consultar oráculos en islas determinadas.

En realidad, las peregrinaciones de los celtas, de los griegos, de los fenicios, también eran al mismo tiempo, emprendimientos comerciales y religiosos.

Parece que durante el Postclásico tardío fueron frecuentes las peregrinaciones mayas a la isla de Cozumel, al este de Yucatán, sobre el Mar Caribe, con objetivos comerciales, de exploración marítima, y a los efectos de consultar el oráculo de Ix Chel, como los griegos consultaban el oráculo de Apolo (dios del Sol) en Delfos. (Los griegos no colonizaban nuevas tierras sin antes oír este oráculo). La travesía salía del puerto mexicano de Polé (de la raíz p'ol, mercadería y mercadeo, posible emporio comercial) hasta la isla donde se consultaba el oráculo de la diosa de la Luna. 



Pero estas travesías no se realizaron solo durante el Postclásico, sino desde la más remota antigüedad. Fue así como los antepasados de los indios mexicanos, descubrieron y poblaron México. Conservamos el relato indígena:


''He aquí el relato que solían decir los viejos: 'En un cierto tiempo que ya nadie puede contar, del que ya nadie puede acordarse [...] vinieron aquí quienes sembraron a las abuelas y a los abuelos [...] Por el agua en sus barcas vinieron, en muchos grupos, y allí arribaron a la orilla del agua, a la costa del norte; y allí donde fueron quedando sus barcas, se llama Panutla [Pánuco, en el Golfo de México] [...] siguiendo la orilla del agua llegaron a Quauhtemalla [Guatemala]Además no iban por su propio gusto, sino que sus sacerdotes los guiaban, y les iba mostrando el camino su dios'.

Los indios americanos se introducen en el Norte de Europa

Tenemos un contexto de migraciones de pueblos de la Europa nórdica y cantábrica, de aínos del norte de Japón, de siberianos en América, o de indios americanos en Siberia. Lo importante es que durante la Prehistoria la humanidad circuló en todas direcciones. 

Por eso hay familias islandesas actuales que podrían ser descendientes de asiáticos o indígenas americanos, como demuestran los estudios genéticos de ADN mitocondrial (linaje arcaico materno), que resulta ser en este caso el grupo C1e. Este intercambio genético se podría haber producido en el año 1700, en el año 1000, o antes, ya que se trata de un hecho mucho más extendido, porque se ha constatado también en Irlanda, donde el grupo X2j está emparentado con el grupo X2a de Norteamérica.

A diferencia de lo que plantean los ideólogos del ''supremacismo blanco'' o ''nordicismo'', cuanto más al norte está ubicada una nación europea -o americana-, más posibilidades hay de que tenga un origen prehistórico común, sin que ''el color de la piel'' (un prejuicio o imagen estereotipada que depende de unos pocos genes) pueda determinar jamás un linaje, cosa que solo pueden establecer los estudios de ADN. 

No hay nada más contundente que el estudio del cromosoma Y (linaje prehistórico paterno), que demuestra que el haplogrupo Q, presente en América del Sur con una frecuencia del 100%, y en Norteamérica, del 60%, también se halla en distintas partes de Asia con una frecuencia que oscila entre el 2% y el 100%, y en la Europa nórdica y oriental, con una frecuencia mínima del 2%, como se puede ver en el mapa adjunto.

¿Una mujer india llevada a Islandia por los vikingos?

En el año 2010 se divulgó el hallazgo de que cuatro familias, integradas por unas 80 personas ''originarias'' de Islandia, y que habían vivido aisladas en el sur del país eran descendientes de indios americanos.

«¡Pero qué demonios pinta el linaje C1e en Islandia!»

Las evidencias demostraron que este origen podía remontarse al año 1700. Surgió entonces la hipótesis de una mujer india que los vikingos habrían traído durante sus incursiones a Terranova en el año 1000.

«Lo que cabría esperar es que hallásemos huellas genéticas de europeos vikingos en América, pero lo que ha ocurrido es lo opuesto: que una mujer amerindia dejara sus genes en Europa» dudaron luego.

Los investigadores no pudieron encontrar la misma secuencia genética (de origen americano) en América; se trata de un grupo que evolucionó en Islandia.

http://www.lavozdegalicia.es/sociedad/2010/11/17/0003_8854132.htm

Los indios norteamericanos expulsaron a los vikingos de Norteamérica

Todos los contactos entre Europa y América se interpretan siempre como desde Europa hacia América. ¿Por qué no pensar al revés, en un movimiento desde América hacia Europa? La realidad es que hay vestigios de presencia vikinga en Groenlandia y Terranova, pero en ningún otro lugar de Norteamérica. 

El mapa genético nos dice que Groenlandia y Terranova fueron reconquistadas luego por los indios americanos, y el empuje de la reconquista pudo llegar hasta Islandia (donde se encuentra C1e) y a Irlanda (donde se halla X2j, clado hermano de X2a originario de América), más difícil de explicar por el rapto vikingo.

Tenemos testimonios escritos de combates entre vikingos e indios americanos en las Sagas vikingas, que son de los años 1200 a 1260. Las Sagas se refieren a los habitantes de Groenlandia y Terranova con el nombre de skraeling  o skrælingi, que también aplicaban a los de las Islas Feroe en el Norte de Europa. El término deriva de skrá, piel, ''que se cubre con pieles''. Los describen como extraños, pequeños y feos.

El poema de Thorvald (de la Saga de los Groenlandeses) describe cómo murió el hermano de Leif Eriksson y por quiénes. Este poema describe un combate naval donde los hombres que iban en canoas de cuero fueron los vencedores:

''En el camino de vuelta al barco, distinguieron tres bultos en la playa de arena que había  frente al promontorio. Cuando estuvieron más cerca comprobaron que se trataba de tres canoas de cuero, cada una de ellas con tres hombres debajo.
Thorvald y sus compañeros dividieron sus fuerzas y los capturaron a todos excepto a uno, que pudo escapar en su canoa. Mataron a los otros ocho y se apresuraron a retornar al promontorio, desde el cual otearon el país que los rodeaba. Divisaron un cierto número de bultos fiordo arriba y dedujeron que se trataba de viviendas.
Entonces se sintieron abrumados por una somnolencia tal que no pudieron permanecer despiertos, y todos cayeron dormidos. Nada perturbó su sueño hasta que les despertó una voz que gritaba: «¡En pie, Thorvald, tú y todos tus hombres, si queréis seguir vivos! ¡Ve a tu nave con toda tu compañía y marchaos tan rápidamente como podáis!».
Un gran enjambre de canoas de cuero bajaba por el fiordo y apuntaba hacia ellos. «Levantemos parapetos en las bordas», ordenó Thorvald, «y defendámonos lo mejor posible, pero no respondáis a sus ataques a menos que os veáis obligados a ello».
Así lo hicieron. Los skraelingar les arrojaron flechas durante un tiempo, y luego enseñaron la espalda y huyeron tan velozmente como les fue posible.
Thorvald preguntó a sus hombres si alguno había resultado herido; todos ellos contestaron que habían salido ilesos de la batalla.
«Tengo una herida en la axila», dijo entonces Thorvald. «Una flecha voló entre la borda y mi escudo y se detuvo bajo mi brazo. He aquí la flecha que me llevará a la muerte.»
«Os aconsejo que regreséis a las Casas de Leif tan pronto como podáis. Pero antes quiero que carguéis con mi cuerpo hasta el promontorio donde tanto me hubiera gustado vivir. Me parece que di con la verdad cuando dije que moraría allí por algún tiempo. Enterradme allí, hincad cruces sobre mi cabeza y a mis pies, y dejad que el lugar se llame Krossanes por siempre jamás.» Dicho esto, Thorvald expiró, y sus hombres lo enterraron tal como les había pedido''.







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